miércoles, 28 de enero de 2009

La verdad sobre Barbie y Kent



Maribel movía las patitas de la muñeca como si ésta diera pasos sobre la mesa. En realidad, el juego no la divertía demasiado pero le entusiasmaba la cara de envidia que ponía su hermana Macarena al verla jugar con su nueva Barbie.
-¡Soy hermosa, la más hermosa de todas! –repetía con voz en falsete, como se supone que hablaría una muñeca.
Se la había regalado el padre, cuatro semanas después de su cumpleaños apareció con la caja envuelta en un papel horrible, color mostaza, pero con un bonito moño rosa. Maribel lo deshizo en girones (como corresponde para tener buena suerte) y luego se deslumbró con la belleza plástica, rubia, de sonrisa fija y ojos celestes, cuerpo estilizado y pelo un poco duro.
-¡Mirá, es hermosa! –le había dicho a Macarena, así, con signos de admiración, porque Maribel siempre habla como si estuviese admirada. Pero su hermana no dijo nada. Es decir, se quedó callada y buscó al muñeco Kent, que se supone que es el novio de Barbie, para compararlos si eran de la misma altura y verdaderamente podían formar una pareja.
-¡Juntos se ven más bonitos! –exclamó Maribel, entusiasmada porque intuía que el mutismo de su hermana significaba una sola cosa: envidia.
Mientras Maribel seguía obligando a la pobre Barbie a dar pasos de robot sobre la mesa, Macarena dijo algo: “Papá se olvidó de tu cumpleaños”.
Maribel detuvo de golpe el andar de la muñeca y la sentó como para que ella también escuchara: “¡¿Qué decís?! ¡¿No ves que me trajo de regalo esta muñeca?!
Macarena se quedó callada un rato nomás. Tomó a Kent y también lo obligó a dar unos pasos, hasta acercarlo a Barbie: “Pero pasó un mes desde tu cumpleaños”.
-¡Mamá dice que papá es así, que tiene mucho trabajo como para ocuparse de estas cosas!
Macarena dijo que tal vez y llevó a Kent hasta que una de sus manos le rozó el pecho a Barbie.
A Maribel no le gustó eso y le dijo que ellos dos sólo se daban besos pero no podían tocarse porque no estaban casados.
-Como papá y mamá –razonó Macarena.
-¡¿Qué decís?! ¡Mamá y papá están casados! ¡Ella estaba de blanco y papá de azul oscuro, en una Iglesia del centro! ¡Después papá besó a mamá y le tocó el pecho (como vos le obligaste a hacer a Kent con Barbie) y entonces a los 9 meses nací yo!
Macarena alejó a Kent del lado de Barbie y lo acostó sobre el camino de mesa, en el que reposaba una frutera con naranjas de plástico.
-Los bebés no se hacen así –le contestó un rato después Macarena- Los papás y las mamás se desnudan y después se besan y después se tocan y después se hacen otras cosas.
Maribel sentó a Barbie en el borde de la mesa, cuidando siempre de no despeinarla.
-¡¿Qué decís?! ¡Mamá y papá nunca hubiesen hecho eso para que yo nazca!
Macarena se entusiasmó porque la conversación ya no tenía nada que ver con la muñeca regalada y aprovechó para contarle que los varones no tenían camucha (como ellas le llamaban) sino un pito (como Maribel, por supuesto, ya sabía) y que esa diferencia era para que se juntaran e hicieran nenes.
-¡Miremos a Kent! –propuso Maribel y sin demoras le bajó los pantalones, pero debajo sólo había una redondez liza en la que se insertaban las piernas de plástico y un abdomen con músculos increíbles.
-¡Ves! ¡Kent no tiene nada!
Macarena no se desanimó y, por el contrario, pensó que debía demostrar fehacientemente que sus palabras eran ciertas.
-El pito se ve cuando el hombre se acerca a una mujer. Acostala arriba a la Barbie –le propuso.
Maribel obedeció y en un santiamén los dos muñecos quedaron abrazados, con las piernas montadas unas sobre otras. Pero no pasaba nada, el pito de Kent seguía sin aparecer.
-Tal vez, si es con una mujer de verdad… -sugirió Macarena.
Nada más que para demostrarle que cada vez estaba más equivocada, Maribel se bajó el short de verano que estaba usando, después la bombacha de color celeste y se metió entre las piernas el cuerpecito de plástico de Kent. Lo frotó en su camucha una vez, dos veces, hasta que le ardió la piel y luego lo extrajo de allá abajo para volver a observarlo.
-¡No ves! ¡Nada! ¡Kent no tiene pito! –se alegró de tener razón.
-Igualmente… -empezó Macarena, pensando cada una de las palabras y las frases- papá no es tu papá y por eso se olvidó de tu cumpleaños. Date cuenta que siempre se acuerda del mío.
Maribel estuvo por llorar, le iba a gritar y dar un sopapo, todo junto, pero se contentó con subirle el pantalón a Kent para que el pobre no siguiera mostrando que no tenía pito.
-¡Papá es mi papá y no se olvidó de mi cumpleaños! ¡Se olvidó de comprarme un juguete, que es muy distinto! –razonó, o al menos lo intentó.
Macarena se sonrió porque sabía que tenía guardada la mejor parte para el final: “Los otros días la escuché a mamá que le decía a la tía que papá se había ido de casa porque se había enterado que vos no eras su hija”.
Maribel no pensó en nada y azotó la Barbie contra la mesa y la pobre quedó totalmente despeinada además de despatarrada.
-¡Eso es mentira! ¡Lo acabás de inventar de mala y envidiosa que sos! –le gritó.
Macarena le dijo que no le importaba y se levantó de la mesa. Fue, se sirvió un vaso de agua, tomó dos tragos y después le dijo: “Yo que vos le pregunto a mamá” y después se fue.
Maribel se quedó sola y con rabia. Pero como sobre la mesa estaba el cuchillo de cortar los bifes se tranquilizó un poco después de trozar en pedacitos el cuerpo de plástico del pobre Kent.

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